Saúl fue el primer Rey de Israel,
miembro de la tribu de Benjamín. Era un hombre de buen parecer, de elevada estatura que sobrepasaba a cualquiera de su pueblo. A través
del profeta Samuel Dios lo ungió rey cuando el pueblo de Israel pedía Rey. Al
principio de su reinado contaba con la bendición de Dios, él caminó con Dios, pero no pudo llegar a la
meta señalada. Su terquedad y su desobediencia
lo llevaron al pecado. Saúl era orgulloso,
celoso, envidioso y fue rechazado por Dios.
La Biblia nos relata, que cierto día,
cuando David volvió de matar al
filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel cantando y
danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría y con
instrumentos de música. Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles y David a sus diez
miles. Y se enojó Saúl en gran manera, y
le desagradó este dicho, y dijo: A
David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel
día Saúl no miró con buenos ojos a David.
El aprecio que Saúl sentía por David, se transformó en celos cuando el
pueblo, comenzó a aplaudir las hazañas de David. Los celos, son una emoción, que surgen por querer “poseer la
exclusividad" El miedo a la pérdida
real o no de algo o del alguien, es una
amenaza constante para el celoso.
Los celos son un sentimiento
negativo que puede destruir a quien los posee y al objeto de ellos.
Si miramos también a los primeros cristianos en Hechos 13 :45 y 17:5 vemos que los celos sólo destruían y
separaban a las personas. También Pablo nos enseña que los celos son
sentimientos que provienen de la carne son puramente humanos y no
son un fruto del espíritu. Santiago 3:16
nos recuerda que: “donde hay envidias y
ambiciones egoístas, también habrá desorden y toda clase de maldad. Versión
NTV. Porque la envidia y el egoísmo no forman parte de la sabiduría que proviene de Dios.
Si algún sentimiento de celos o
envidia surgió en nuestro corazón, no dejemos que se instale allí, porque será
dañino para nosotros y para la personas que nos rodean. Destruirá nuestras
relaciones personales, dividirá nuestras amistades, nos quitará la paz y ese sentimiento sólo traerá más maldad.
Permite que Dios obre a través del
Espíritu Santo en tu vida, que te libre de tus celos, de tus miedos, de aquello
que te paraliza, que no te deja avanzar.
Reconoce delante de El tu pecado,
pídele perdón y ayuda para superar la situación. Dios vendrá
con su Espíritu Santo, sanará tu corazón y te dará la victoria. El completará la obra que comenzó en
vos.